En la vida todo llega, todo pasa y todo cambia, lo mismo ocurre con la comunicación y la forma en que compartimos nuestras ideas, sentimientos y experiencias. Esto representa un gran problema para el mundo, ya que no hemos sabido adaptarnos del todo a estos cambios que en su mayoría han sido abruptos y más constantes que nunca.
Soy un fiel creyente que la forma en que usamos nuestras palabras puede cambiar la perspectiva de cualquier realidad, reduce o incrementa problemas y nos sitúa en circunstancias diversas. Ele ejemplo claro es la política. La globalización y las tecnologías están cambiando completamente la forma de comunicarse entre las personas y estos cambios afectan directamente a partidos políticos, instituciones gubernamentales y personajes de la vida política cotidiana.
Es imposible encontrar la formula exacta, resulta impreciso enumerar “mandamientos” que el político tenga que cumplir al pie de la letra para lograr comunicarse con los ciudadanos, nada es absoluto y nada es garantía en el mundo de la comunicación política actualmente. Mi propuesta: intentemos reducir al máximo la brecha entre gobernantes y gobernados, entre candidatos y electorado, entre políticos y ciudadanos conociendo que es lo que está cambiando para ajustar el fondo y la forma de nuestro mensaje, definamos nuestros objetivos, conozcamos a nuestra audiencia y reconozcamos nuestra esencia, es el único camino que vislumbro para adaptarnos a todos los cambios que nos sacuden a diario cuando de comunicación política hablamos. Estos fueron algunos de los pasos que a mí me sirvieron para adaptar mi profesión como consultor en comunicación política (incluso mi vida personal) a esta sacudida.
Primer paso, debemos superar la etapa racional de una vez por todas. Y esto lo digo porque parece que seguimos atados a la vieja costumbre política que decía que las razones, las cifras, la argumentación y la palabra por sí sola podía motivar y convencer al ciudadano. Esto se terminó - penosamente para unos y afortunadamente para otros- el predominio de los estímulos audiovisuales está provocando una disminución evidente en la capacidad de raciocinio de todos nosotros, hoy nos cuesta más trabajo transformar la información en conocimiento, se nos dificulta traducir las imágenes en ideas y por supuesto, los conceptos cada día son más volátiles. Hoy todo es “express”, miramos pero no entendemos, la velocidad de la información nos dificulta entender y comprender todas las ideas. La vida cambia, sí cambia, antes solo los que tenían dinero podían convertirse en un medio de comunicación y en ese entonces todos recurríamos a estos lugares de privilegio para obtener dicha información; la televisión, la radio, la prensa, eran los que marcaban la pauta. La vida cambia, sí cambia, hoy cada uno de nosotros nos convertimos en un medio de comunicación, las redes sociales convirtieron la comunicación en algo barato y accesible para todos, en tiempo real podemos enterarnos de cualquier acontecimiento, podemos compartirlo y sin remordimiento alguno, podemos juzgarlo.
Segundo paso, no solo hablamos de estímulos audiovisuales, no, no cualquier estimulo, el ciudadano reacciona únicamente a los que provoquen alguna reacción emocional, no hay razones, solo se adopta una idea o no. El ciudadano actual responde más ante la persuasión y menos a la información.
Tercer paso, el contenido de nuestro mensaje pasa a segundo termino y pierde el sentido, hoy lo que vale es que nuestra comunicación vaya dirigida a las experiencias previas de los receptores del mensaje. Antes la información era eso, información, la vida cambia, y sí cambia, hoy la información no es el punto de partida, pasa a convertirse en el resultado de nuestros estímulos mezclados con las experiencias (anteriores y presentes) de nuestro público.
Cuarto paso, una cosa es lo que pienso y otra es lo creo.
Todo lo que emitimos se va directo a la cubeta de sentimientos con la que cuenta cada ser humano y de ahí pasa directo a la aceptación o al rechazo. Las ideas son fugaces, son frágiles y por lo tanto no son perpetuas, en cambio las creencias son intimas, son parte de nosotros y forman nuestra personalidad, ahí está la clave, la comunicación política deberá enfocarse en descubrir esas creencias, en destacar las necesidades informativas y en adaptarnos en el “qué” y el “cómo” la gente nos quiere escuchar, cada mensaje es único e irrepetible. Sí, la vida sigue cambiando.
Quinto paso, la lucha por los valores y por las palabras con las que nos asocian.
En un mundo donde la política y sus actores gozan cada día de menos adeptos, esta lucha se convierte en algo casi existencial.
El debate político está en todas la redes, en todos los medios, en todos los ciudadanos, en el café de la esquina…el debate es constante y se trata de lograr identificación, de que nos asocien con aquellos valores que para el colectivo son positivos, se trata de adueñarnos de las palabras que provocan buenos recuerdos para el ciudadano. Cuando tenemos una palabra o un valor suficientemente consolidado, cualquier aparición en el debate político favorece a su “dueño”.
Sexto paso, el formato y la dirección del mensaje.
El mensaje político se ve obligado a reducir al máximo su contenido, su duración y su dirección, hoy son obsoletos los actos tediosos y tumultuosos, mismos que solo convencían y dejaban tranquilo el ego del supuesto protagonista y que parecían monólogos inentendibles. Hoy los símbolos pesan más que los conceptos y que los números. Entendamos que la gente no se enamora de lo que hacemos, se enamora de las causas por las que lo hacemos, el ciudadano quiere estar involucrado, sentirse útil y sobretodo, sentir que le hablamos a él. Hoy ya no existen los megáfonos que solo emitían sin recibir, hoy el camino es de doble sentido, se emite y se recibe, se conversa, se pone en común. La vida cambia, y sí, sigue cambiando.
Por lo anterior, he de decir que no existen formulas irrefutables, ni libros mágicos del éxito en comunicación, pero podemos empezar por comprender que es lo que ha cambiado y por ser más responsables de lo que comunicamos, involucrándonos en el proceso de creación de nuestros mensajes a sabiendas que con una simple palabra podemos cambiar realidades, por qué nuestros mensajes son poderosos y cambian percepciones, y sí las cambian, les juro que las cambian.
César Eduardo Miguel